Para ello, es imprescindible estudiar primero el "funcionamiento" de un puente, cómo debe de ser su estructura y y las relaciones entre resistencia, tamaño, peso... Por ello, la primera actividad realizada consiste en fabricar un puente a partir de pajitas (sí, esas pajitas para tomar zumos o alguna copilla), y no sólo eso, sino que debe tener una longitud de 90 centímetros y resistir al menos un kilogramo de peso colocado en su centro.
Una vez construido, pasó la puebra de fuego y resistió sin problemas ese kilo, y de la misma forma, hasta resistir el peso de cinco cuadernos, con los cuales se dobló.
Realicé una primera propuesta cuyos resultados me agradaron bastante en el sentido estético, pero su estructura no estaba diseñada para grandes distancias, por lo que su situación en la ciudad de Madrid será entre puntos no muy lejanos. Las sombras que este puente reflejarían sobre el agua serían bastante agradables.
Mi segunda propuesta de puente seguía un modelo más tradicional dentro del grupo de puentes colgantes destinados para conectar lugares que se encuentran a grandes distancias.
Aún así le añadí el factor estético de la simetría entre la parte alta y la inferior, tratando de crear una sensación como de "reflejo" que diera al espectador la idea de interacción entre el puente y el mar, ya que si aparentemente la parte inferior es reflejo de la superior, la cota del puente visualmente sería menor, logrando una conexión con el medio y evitando los atributos de "parche" en el paisaje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario